La aparición del nuevo coronavirus ha puesto en evidencia que cuando destruimos la biodiversidad destruimos también el sistema que sustenta la vida humana. La pérdida de biodiversidad facilita que agentes patógenos se propaguen y pasen de los animales a las personas.
La deforestación, la invasión de hábitats de vida silvestre, la agricultura intensiva y la aceleración del cambio climático han degradado el sistema que naturalmente nos protege.
Cerca del 60% de las enfermedades infecciosas conocidas son zoonóticas, es decir, se transmiten de animales a personas.
La pandemia de COVID-19 debe ser una oportunidad de reinventar nuestra relación con la naturaleza. Abordar el surgimiento de enfermedades zoonóticas requiere atender su causa principal: el impacto de las actividades humanas en el medio ambiente.